la fé de Ana

Estoy leyendo 1 Samuel. Ya he escuchado la historia de Ana muchas veces. Pero Dios es fiel y él nos habla cada vez que abrimos su Palabra. Su Palabra es viva y eficaz, además de útil.

En resumen, la historia de Ana es esta:

Ana es la esposa de Elcana. Elcana tiene dos esposas. Ana no puede tener hijos. La otra esposa si los tiene y se burla de Ana. En aquel tiempo la mujeres normalmente no tenían una profesión, una carrera fuera de su casa, su mayor trabajo era en la casa con sus hijos. Así es que Ana es humillada constantemente por la otra mujer de su marido.

Ana tiene profunda tristeza y llora y le pide a Dios por un hijo. Ella le hace un voto a Dios y le dice que si le concede un hijo, ella se lo va a dar para su servicio.

Dios escucha su oración y su dolor y le permite embarazarse y tener a Samuel.

Al momento de dejar de amamantarlo, ella lo lleva y lo deja con el sacerdote para que sirva ahí. Después, el libro nos dice que “su madre le hacía una túnica cada año y se la traía cuando subía con su marido a ofrecer el sacrificio anual” 1 Sam 2:19 LBLA

Ana fue fiel a cumplir su promesa a Dios. ¿Quién entregaría un niño de 3 años a un desconocido? Mas aún, ¿quién entregaría su único hijo?

Ana mostró un carácter maduro, uno que conoce a Dios y confía en el. Uno que no hace compromisos por conseguir lo que desea. Uno que confía que Dios va a cuidar de su hijo.

Yo he conocido a Dios por algún tiempo. Yo conozco su Palabra. He estudiado sus atributos. Confío que su Palabra es verdad. Él aún ha sido fiel y me ha mostrado sus bondades día a día y en las situaciones más difíciles me ha rescatado.

Entonces, ¿Por qué me es tan difícil confiar que el va a tener cuidado de mis hijos?

Son innumerables las pequeñas cosas por las que me preocupo en un día acerca de mis hijos. Unas insignificantes y tontas, pero otras grandes y con mayor validez. Mi hijo, ¿va a caminar? ¿va a hablar? ¿va a poder aprender como un niño sano? ¿va a poder ir a la escuela?

Puedo pasar tanto tiempo pensando en eso, paralizándome y sin tomar decisiones . O también puedo vivir sin ser productiva a lo que Dios me ha llamado poniendo todas mis energías en asegurarme que doy absolutamente todo por mis hijos. Pero Dios no me llama a eso.

Dios me llama a servir a mis hijos, a amarlos, a darles lo que necesitan. Pero no a obsesionarme con ellos.

Paul Tripp, en su libro La crianza de los hijos dice: “lo más importante que puedes hacer por tus hijos es recordar a Aquel que te envió, y al recordar a Aquel que te envió, enseña a tu corazón a descansar”.

Señor, confieso mi falta de fe en el trabajo que estás haciendo en mis hijos. “Ayuda mi incredulidad” (Marcos 9:24). Ayúdame a ver un poco de lo que estás haciendo en ellos. Ayúdame a no obsesionarme con ellos, sino a hacer el trabajo al que tu me haz llamado de una manera fiel.

En el nombre de Cristo, Amén.

Ana

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